El pasado
viernes en la UNMSM se realizó la intervención “Alfombra Roja” para denunciar
el retroceso sistemático en derechos sexuales, reproductivos y de la población
LGBTI que se viene dando desde el Congreso de la Republica. La alfombra recorrió diferentes facultades
en las que se consiguió informar y también provocar una reflexión sobre el tema
en cuestión en docentes, estudiantes y trabajadores, reflexión y apertura
propia de un centro de estudios desde donde se supone se elaboran las
propuestas de transformación social. Durante la intervención un efectivo de
seguridad de la facultad de Derecho y Ciencias Políticas negó el ingreso de los
y las manifestantes “porque si eres lesbiana o gay no puedes entrar acá”, a sus
palabras le sucedió el hostigamiento “vas a ser infeliz, tu cuerpo es para
tener hijos” no sin encontrar reacción. Más allá de lo violento de la situación
específica lo manifestado por el vigilante es en realidad una muestra y hasta
un deseo de gran parte de la población que considera a las orientaciones no
heterosexuales como aberrantes. La sociedad actuó a través de él. Evidencias de
ello hay muchas, van desde las conversaciones jocosas entre patas, anhelos matrimoniales de padres para con sus hijos, la
obligatoriedad maternal de la mujer, el humor cotidiano y el transmitido
masivamente a través de grandes medios de comunicación que como paquete
simbólico constituyen en herramienta de normalización y exclusión.
Situaciones
similares suceden todos los días, en la universidad, el trabajo, los servicios
de salud y hasta dentro del mismo hogar del agredido. La discriminación a
personas LGTBI es una de las más violentas y naturalizadas, el pensamiento
general de la sociedad continua avalando estos atentados y ante hechos expresos
de marginación y daño los niega, minimiza o invisibiliza. No existe sanción
alguna, pese a que el perjuicio que ocasionan la discriminación y violencia
hacia LGTBI llega a desembocar hasta en la muerte. En el Perú se calcula que al
año suceden 50 crímenes de odio por orientación sexual y pese a tal fatídica
cifra el Congreso de la República decidió omitir ambas categorías dentro del
proyecto de ley que busca sancionar como agravantes los crímenes cometidos por
discriminación.
Esta
desafortunada sentencia fue promovida por los sectores más conservadores
representados en Julio Rosas y Humberto Lay, y avalada por la mayoría de
parlamentarios, incluso de los partidos que se presentaban como los más
progresistas. Uno de los argumentos de los evangelistas es que si ya se
sanciona todo tipo de discriminación, al enfatizar una, ya se está
discriminando al otro.
Si bien hay
discriminación por distintos motivos, como la racial, o por condición de clase
u origen geográfico, estos actos, hoy, encuentran además de una sanción legal
una reacción más contundente de parte de la opinión pública, entiéndase como
sanción social, y tienen cabida en los
medios de comunicación. Ya que se han implantado en la subjetividad como algo
inmoral. Esta situación se ha conseguido no solamente por educación como propone Lay sino por una
constante lucha de sectores largamente discriminados que han logrado incorporar
sus demandas específicas en la legislación. Sin embargo la discriminación por orientación
sexual todavía se toma como algo anecdótico. Anecdóticos y justificados también
son los crímenes de odio.
Y no es
verdad que “no es una creencia lo que se impone sino el principio de equidad”
como dice Rosas. Es una creencia, sí, y
es perverso asumir que se sale a la calle en igualdad de condiciones. La
consumación del asesinato misógino o por orientación sexual viene precedido de
un estado permanente de miedo, de sensación de riesgo de ser violada, golpeado,
acosado a cada paso que se da y más cuando la institucionalidad estatal se
disipa en los sectores populares con acceso limitado a información sobre
derechos, a la justicia, a educación, a
medios de comunicación, y donde esta ausencia estatal es reemplazada por las
instituciones evangélicas. ¿No será este el verdadero interés de los sectores
políticos más conservadores?
Es urgente,
ahora más que nunca, dar una batalla frontal ante el avance conservador que
busca, no el bienestar general de población, sino el control de nuestros cuerpos y mentes.
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