martes, 4 de junio de 2013

El papel de los miedos de incomunicación en la des-democratización del Perú


 

Hace unos días el recordado y entusiasta promotor del TLC con EEUU, Alfredo Ferrero, actual presidente de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, manifestó, prácticamente, que los medios de comunicación no estaban dispuestos a cumplir la Ley de cuotas para la difusión de música peruana, descalificando además a los músicos y productores peruanos en cuanto a su calidad. Las manifestaciones de indignación no se hicieron esperar y, aunque hubo un pedido de disculpas por parte de Ferrero, ya la posición de ese gremio, que agrupa a los principales medios de comunicación privados del Perú, se había hecho manifiesta: simplemente no iban a cumplir la Ley. Una raya más al tigre en la historia de la infamia nacional.

Ante tal posición de resistencia a la Ley, ninguna autoridad se ha pronunciado, no ha habido llamado de atención alguno, ni sorpresa, simplemente silencio y olvido; porque la vida política de este país es algo así como un muro de Facebook, en donde aparecen, eventualmente, cosas importantes que rápidamente son tapadas por otras “noticias” la mayoría de ellas banales. Lo que no es banal es que la mayoría de estos poderosos medios de comunicación pertenecen a unos pocos oligopolios, evidenciando una colisión entre el derecho a la información de la ciudadanía y la libertad de empresa, que se ha “resuelto” a favor de la libertad de empresa únicamente. ¿Cómo se puede hablar entonces de libertad de expresión en éstas condiciones? La legislación peruana prohíbe los oligopolios y monopolios, pero aquí, hablando en peruano, “no pasa nada”.

A fines de los noventa se hicieron públicos muchos videos, audios e imágenes en los cuales se apreciaba a periodistas, animadores y “broadcasters” negociando con Vladimiro Montesinos. Quedaba en evidencia que los medios eran parte sustancial de la mafia que gobernaba el país. En mayor o menor grado, directa o indirectamente, todos terminaban “embarrados” por la dictadura. Curiosamente, hoy vemos a muchos de esos rostros que antes producían los vomitivos titulares de la maquinaria montesinista, reciclados y restituidos en sus antiguas posiciones de poder; la vergüenza y el “roche” ciudadanos no duraron mucho tiempo. Verlos de nuevo en las pantallas, oírlos otra vez en la radio, o saberlos repuestos como amos de  los medios de comunicación más influyentes, son señales de que los intereses que estaban detrás de la dictadura fujimontesinista nunca desaparecieron, y al retornar llegaron con sus operadores mediáticos. Los grupos de poder que promovieron y usufructuaron la dictadura son los mismos que hoy defienden ésta democracia, vivimos una restauración mediática del montesinismo, y el decálogo neoliberal que defendieron en los noventa se ha profundizado en el siglo XXI.

¿Y por qué es importante señalar esto? Porque existe un proceso de des-democratización del Perú y el rol de los medios en este complejo proceso es crucial para encubrirlo y promoverlo. Han excluido a cualquier periodista incómodo del espectro televisivo y radial; pueden ser críticos con algunos aspectos del modelo o con algunos operadores políticos del modelo, pero jamás criticarán al neoliberalismo en sí mismo, ni a sus más conspicuos teóricos y gurúes, ni a la Constitución parida con la dictadura fujimontesinista.

Se invita a los programas políticos y de análisis a “analistas” neoliberales absolutamente ideologizados y rabiosamente dogmáticos a “despacharse”, pero a aquella o aquel que se atreva a denunciar las consecuencias del neoliberalismo u ose proponer un camino diferente, le cae un descomunal “buylling mediático”, que va desde descalificar a la persona hasta criminalizarlo con un juicio sumario mediático. 

Y ya que tocamos el tema, hay que decir que la política sistemática de criminalización de la protesta social es un síntoma más del proceso de des-democratización, y la criminalización no se apoya sólo en los nefastos dispositivos jurídico-legales que se saltaron con garrocha el estado de derecho, sino que los medios completan la estrategia criminalizadora destruyendo la imagen y satanizando a los críticos y opositores al sistema a través de una fina estrategia de gestión de los miedos ciudadanos.

Por otro lado, la profundización del neoliberalismo en el Perú se ha expresado en la implementación de megaproyectos extractivistas con capitales transnacionales, conllevando inexorablemente a des-democratizar el país, por ello, la Ley de Consulta Previa, por ejemplo, ha sido burlada por este gobierno a partir de las presiones de los grupos de poder minero, petrolero y extractivista en general. Cuando el gobierno nacionalista firmó la Ley de Consulta Previa abrió la posibilidad de una verdadera inclusión social no basada en el asistencialismo de programas sociales, que más se parecen a la caridad, sino, en el reconocimiento elemental de derechos. Aquí encontramos otra contradicción entre derechos de las comunidades indígenas a la consulta sobre el destino de sus territorios y la libertad de empresa. Esto también se ha “resuelto” a favor de la libertad de empresa y la inversión privada. Pero salvo los entendidos, nadie se informará de esta situación por los medios, hasta que estallen los llamados “conflictos sociales” (triste eufemismo para denominar a las luchas sociales) y sean criminalizados también por la televisión, la radio y los titulares de los periódicos. 

El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) que desprotegería al Perú aún más que el TLC, que afectaría directamente el acceso a internet, y por consiguiente a la libertad de expresión, que impactaría con una injusta política de patentes que incrementaría los precios de las medicinas, ha sido absolutamente invisibilizado por los medios. Incluso en el Congreso se ha escamoteado el tema. Los medios no han relevado para nada este asunto.

Similares son los casos de la soberanía energética y alimentaria, la situación de los puertos del país, las concesiones territoriales inconsultas, los beneficios que Telefónica se lleva del Perú siendo uno de los deudores más importantes del Estado Peruano, los derechos civiles de las parejas LGTB, los derechos sexuales y reproductivos, en fin, una serie de problemas y derechos irresueltos que a los medios no les parecen importantes.

Algo lejanas ya, pero dignas de relevar, han sido las campañas negativas destinadas a destruir las candidaturas que no encajan con el enfoque neoliberal, tanto en las presidenciales como en la alcaldía de Lima. Con impunidad y desparpajo los medios se parcializaron totalmente, arrinconando a los candidatos que no eran de su gusto. Esto obligó a renunciar a algunos asqueados periodistas, pero aquí nunca se habló de amenazas a la libertad de expresión.

Pero no, los medios no han promovido jamás un debate público y, menos aún, políticamente equilibrado sobre estos temas. Más bien tenemos una retahíla de malas noticias, violencia, desgracias, faranduleros “ampays” y demás miserias humanas que se ven todo el tiempo entremezcladas con noticias de relevante interés público. ¿Cuál es el resultado? La banalización de los diversos tipos de violencia y la invisibilización de agendas de interés ciudadano. ¿Esto des-democratiza una sociedad? Ustedes, ¿qué creen?

La corrupción des-democratiza, y des-democratiza más cuando está acompañada de impunidad. El mensaje es claro: En el Perú Alan García volvió a ser presidente después de los escándalos por corrupción que tuvo en su primer gobierno. Los medios de comunicación levantaron su candidatura contra la de Ollanta Humala para mantener el modelo y por miedo a perder sus beneficios oligopólicos, no les importó el mensaje que con eso daban a la ciudadanía. Ahora que el fujimorismo ha retornado con bríos y como una de las principales fuerzas políticas tiene total atención y benevolencia de los medios, ha sido lavado con la lejía del olvido. Lo mismo: ¿Qué mensaje se lleva la ciudadanía? Que aquí uno puede hacer lo que le dé la gana y no pasa nada. Quisieron meter en el mismo saco de corrupción a Javier Diez Canseco, intentaron destruirlo, salvo muy contadas excepciones, pero tuvieron que restituir su imagen y dar marcha atrás. No pudieron convertirlo en uno de ellos, porque su objetivo final es que todos creamos que somos un país de corruptos, que todos tenemos rabo de paja, que todos estamos salpicados por la miasma de la corrupción. Javier Diez Canseco demostró vivo y muerto que eso es falso, que no todos somos así y que desde ejemplos como el suyo la moral  del país y su autoestima debe ser reconstruida.

La democracia por la que luchamos en los noventa no sólo era para garantizar la libertad de empresa, ya que ésta libertad puede existir, y ha existido, incluso en las dictaduras. La democracia por la que luchamos era también para que se respeten a plenitud los derechos de todas y todos, era para compartir una mirada unitaria de país inclusivo y diverso, reconociendo que el modelo impuesto a rajatabla por el fujimorismo impedía –e impide- construir un horizonte nacional y/o plurinacional. Los medios han contribuido decididamente a la formación de una oclocracia, “cultivada” sistemática y cotidianamente, funcional al fascismo social que se encarna en el fujimorismo y en la lumpen política.

Así mismo, el neoliberalismo nos ha condenado a un perpetuo presente de consumo y sobrevivencia vaciado de futuro, mientras el sonsonete del crecimiento es recitado por los medios como un mantra, el país se empieza a calentar como una olla a presión mientras es carcomido por la corrupción que también es una consecuencia neoliberal. En el Perú existe una homologación entre neoliberalismo y Democracia, entre libertad de expresión y oligopolios mediáticos, y se pretende convertir a esos medios de comunicación en una suerte de “unidad de medida” de la “democracia”. Para mí esto es escandaloso, pues muchos de los apellidos de broadcasters, de productores, directores y presentadores aparecieron o fueron mencionados en los “vladivideos”, y son estas mismas gentes las que reclaman ahora lucha contra la corrupción apareciendo como los jueces y guardianes de la moral.

Medir la calidad de la Democracia de un país a partir de cuántos medios de comunicación privados hay es una falacia que hay que señalar y combatir. La preocupación que existe ahora por el consumo de comida chatarra y obesidad debiera ser la misma por el consumo de basura mediática y, sin embargo, nadie puede tocar a estos oligopolios que supuestamente se autorregulan. En contextos de baja calidad democrática se ve por lo general colisiones entre algunos derechos y libertades, esto es porque no existe un mismo horizonte común que pueda equilibrar los derechos y obligaciones de todos. Lo que hay aquí es que los más fuertes (monopolios y oligopolios con nombres propios) se benefician con el neoliberalismo y las desprotecciones que provoca, se benefician de la baja calidad de nuestra democracia y de la ausencia de control social. La des-democratización es “invisible”, no sale en los titulares y está asociada, por lo general, a políticas de debilitamiento institucional, de desmoronamiento moral y de pingües negocios a la sombra, porque en realidad la plata no llega sola, simplemente las cámaras enfocan hacia otro lado.

Jorge Millones

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