viernes, 15 de abril de 2011

El mal menor o una alternativa posible/ Nury García

En la búsqueda de una militancia crítica permitámonos sospechar de aquellas ilusiones que seducen con la idea de que esta vez elegiremos a la  encarnación de los intereses populares contra los grupos privilegiados. ¿Es así, tenemos la oportunidad de optar por un genuino y sentido cambio?, ¿o quizás nos  encontramos en una situación donde debemos optar por el mal menor  frente a dos  opciones frágiles por el caudillismo?

Espero  que se equivoquen quienes sostienen que Ollanta Humala no supone una alternativa de cambio sino el mal menor, porque  es un caudillo populista dispuesto a traficar con el descontento popular para llegar al poder y gobernar, sin la intención de combatir sino de coludirse con los grandes capitalistas. Si es así, entonces  las “posturas tibias” de Ollanta, en materia económica, no serían pura "estrategia" o "trucos para engañar al enemigo". Espero que mi desconcierto ante esta probabilidad no sea una  ingenuidad imperdonable.

Efectivamente hay una gran necesidad de ganarle a la derecha y  esta misma posibilidad podría  cegarnos. Sin embargo, no me refiero a los ataques  contra Ollanta que provienen de aquellos que se consideran los VIP (very important people) del país (léase: very idiot people), que apoyaron la dictadura de Fujimori y que en un  Facebook  apuestan por un nuevo “Golpe de Estado si gana Humala”. Me refiero a compañeros y compañeras de lucha, leales a las causas de los movimientos populares,   que nos advierten desde una historia peruana en que el pueblo, con su urgente candor, levantó  caudillos. ¿Es posible que la historia se repita?. Que sectores del pueblo vuelvan a hacerlo, puede ser.  En nosotros, en cambio, hay una exigencia, no sólo desde la razón que llama a la prudencia, sino también  desde la razón apasionada, de elegir y  dar cuenta de nuestras decisiones con las consecuencias que implique.

Es posible que debamos elegir al mal menor, encarnado en Humala,  pero es posible también que cumpla la promesa de un cambio. Lo cierto es que  la tarea de todos y todas será  luchar porque una alternativa de cambio sea real para el país. En este sentido,  el voto crítico será  para Gana Perú,  sabiendo que la lucha continúa, con  el compromiso  de apoyar en  la construcción de un  gobierno legítimamente emancipatorio, un gobierno que haga honor al pueblo soberano.

Una  alternativa posible  supondrá configurarla no dentro de  una economía de mercado oligopólico, que  coloca al mercado en la única opción para los problemas sociales, y que en su nombre  asegura que no hay otra alternativa. Este mercado niega la legitimidad de otras, usando su poder y violencia  para hacerlas imposibles.

La  alternativa que necesitamos será posible cuando logremos que nuestra sociedad cuestione el dominio que tiene el  mercado y la inversión extranjera para ordenar nuestro país como un poder invasivo y totalitario. Se trata de un poder   sostenido por la ciencia y los técnicos que nos aseguran que “no es posible  hacer de otra manera porque de lo contrario sufriríamos las peores consecuencias”.  El capitalismo sin alternativas  afirma que no es posible  que dejemos de ser un país primario – exportador; asegura que no es posible que la consulta a los pueblos sea vinculante y se pretenda un impuesto a las sobre ganancias mineras;  tampoco se puede cuestionar los TLCs,  ni pretender que  el territorio deje de ser  invadido por las industrias extractivas. Frente a ello, no se niega que el cambio implique problemas técnicos complicados, lo que se niega es que se asevere que no hay más alternativa a  las políticas neoliberales y que se pretenda oprimir con el miedo y el terror, estigmatizando cualquier intento de cambio como “anti sistema” o  “anti modelo” o como “utópico” o “radical”.

Hay  alternativas, son negadas pero las hay. La alternativa a Bagua y a Tía María era que no se criminalizara  la protesta, que no hubieran muertes y se respetara su derecho a la consulta; la alternativa a miles de trabajadores, en actividades informales, era que sus derechos laborales no fueran recortados; que los enfermos  de cáncer  accedieran  a medicamentos con precios controlados, aunque se ofendiera  al libre mercado.  La alternativa para millones de peruanos y peruanas era no ser considerados insignificantes y por ello tener que morir de a pocos, dejando sus tierras, familias, su gente, su vida.

Hay alternativas, nuestra elección y acción política es que sean para todos  y todas.

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