En la búsqueda de una militancia crítica permitámonos sospechar de aquellas ilusiones que seducen con la idea de que esta vez elegiremos a la encarnación de los intereses populares contra los grupos privilegiados. ¿Es así, tenemos la oportunidad de optar por un genuino y sentido cambio?, ¿o quizás nos encontramos en una situación donde debemos optar por el mal menor frente a dos opciones frágiles por el caudillismo?
Espero que se equivoquen quienes sostienen que Ollanta Humala no supone una alternativa de cambio sino el mal menor, porque es un caudillo populista dispuesto a traficar con el descontento popular para llegar al poder y gobernar, sin la intención de combatir sino de coludirse con los grandes capitalistas. Si es así, entonces las “posturas tibias” de Ollanta, en materia económica, no serían pura "estrategia" o "trucos para engañar al enemigo". Espero que mi desconcierto ante esta probabilidad no sea una ingenuidad imperdonable.
Efectivamente hay una gran necesidad de ganarle a la derecha y esta misma posibilidad podría cegarnos. Sin embargo, no me refiero a los ataques contra Ollanta que provienen de aquellos que se consideran los VIP (very important people) del país (léase: very idiot people), que apoyaron la dictadura de Fujimori y que en un Facebook apuestan por un nuevo “Golpe de Estado si gana Humala”. Me refiero a compañeros y compañeras de lucha, leales a las causas de los movimientos populares, que nos advierten desde una historia peruana en que el pueblo, con su urgente candor, levantó caudillos. ¿Es posible que la historia se repita?. Que sectores del pueblo vuelvan a hacerlo, puede ser. En nosotros, en cambio, hay una exigencia, no sólo desde la razón que llama a la prudencia, sino también desde la razón apasionada, de elegir y dar cuenta de nuestras decisiones con las consecuencias que implique.
Es posible que debamos elegir al mal menor, encarnado en Humala, pero es posible también que cumpla la promesa de un cambio. Lo cierto es que la tarea de todos y todas será luchar porque una alternativa de cambio sea real para el país. En este sentido, el voto crítico será para Gana Perú, sabiendo que la lucha continúa, con el compromiso de apoyar en la construcción de un gobierno legítimamente emancipatorio, un gobierno que haga honor al pueblo soberano.
Una alternativa posible supondrá configurarla no dentro de una economía de mercado oligopólico, que coloca al mercado en la única opción para los problemas sociales, y que en su nombre asegura que no hay otra alternativa. Este mercado niega la legitimidad de otras, usando su poder y violencia para hacerlas imposibles.
La alternativa que necesitamos será posible cuando logremos que nuestra sociedad cuestione el dominio que tiene el mercado y la inversión extranjera para ordenar nuestro país como un poder invasivo y totalitario. Se trata de un poder sostenido por la ciencia y los técnicos que nos aseguran que “no es posible hacer de otra manera porque de lo contrario sufriríamos las peores consecuencias”. El capitalismo sin alternativas afirma que no es posible que dejemos de ser un país primario – exportador; asegura que no es posible que la consulta a los pueblos sea vinculante y se pretenda un impuesto a las sobre ganancias mineras; tampoco se puede cuestionar los TLCs, ni pretender que el territorio deje de ser invadido por las industrias extractivas. Frente a ello, no se niega que el cambio implique problemas técnicos complicados, lo que se niega es que se asevere que no hay más alternativa a las políticas neoliberales y que se pretenda oprimir con el miedo y el terror, estigmatizando cualquier intento de cambio como “anti sistema” o “anti modelo” o como “utópico” o “radical”.
Hay alternativas, son negadas pero las hay. La alternativa a Bagua y a Tía María era que no se criminalizara la protesta, que no hubieran muertes y se respetara su derecho a la consulta; la alternativa a miles de trabajadores, en actividades informales, era que sus derechos laborales no fueran recortados; que los enfermos de cáncer accedieran a medicamentos con precios controlados, aunque se ofendiera al libre mercado. La alternativa para millones de peruanos y peruanas era no ser considerados insignificantes y por ello tener que morir de a pocos, dejando sus tierras, familias, su gente, su vida.
Hay alternativas, nuestra elección y acción política es que sean para todos y todas.
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