miércoles, 20 de abril de 2011

La tentación del centro/ Carlos Reyna 20/04/2011

Diez días después de la primera vuelta, a Ollanta Humala le está yendo bastante mejor que a su adversaria. Ha sido el primero en reiniciar sus mítines en las plazas y el primero en haber logrado apoyos explícitos desde corrientes de opinión distintas a su partido.

En cambio, Keiko Fujimori está demorando en tomar iniciativas. Ha recibido el golpe de algunas voces gravitantes que han dado a entender que no votarán jamás por ella. Mario Vargas Llosa, Alejandro Toledo o la revista Caretas, por ejemplo.

La demora en reaccionar de Keiko se debe a que su bando percibe que, hoy por hoy, el fujimorismo es más resistido que el nacionalismo. Por eso mismo, algunos círculos empresariales o algunos medios de prensa influyentes han tenido cierto pudor de expresar desde la partida su apoyo a Keiko.

El problema de Keiko no está solo en su memorable pasado sino en su notorio y oscuro presente. Está en sus recientes discursos, que revelan la viva influencia del padre en ella; en el entorno que la acompaña, lleno de los protagonistas de los 90, y en el sello dinástico que tiene su partido. Esto lastra su campaña.

Así las cosas, quienes quieren que no haya mayor cambio después de julio 2011, se han dividido en dos corrientes. Una de ellas asume que Humala puede ganar y juega a seducirlo. Aspiran a que rinda su programa y se coloque en una posición inocua para el orden de cosas.

La otra ya alista la guerra total contra Ollanta. Ninguna moderación suya les hará aceptar la sola posibilidad de que gane. Pronto usarán el turbio arsenal de la propaganda destructiva contra el nacionalista. Primero se concentrarán en demoler su imagen con todo lo imaginable. Luego harán explícito su apoyo a Keiko.

Hay los que aconsejan a Humala que la clave ganadora es volverse centrista, reciclándose hacia propuestas más tributarias del libre mercado y menos reguladoras. El problema es que un exceso de transformismo podría no funcionar para un candidato que creció cuestionándolas.

Otras elecciones muestran que la victoria de un candidato no depende tanto de dónde se ubique en el espectro político sino de la claridad y la elocuencia con las que él y su entorno logren expresar las expectativas de la mayoría. Ganar el centro no es igual a volverse de centro.

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